III.- La fiesta del espliego
A la mañana siguiente, las jóvenes de Montenebro salen de casa con sus vestidos de verano y cintas en el cabello, sonrientes y emocionadas. En la plaza se levanta una estructura de madera donde las mujeres colocan ramas y hojas para luego cubrirlo todo con flores púrpura y hierba fresca. Es la fiesta del espliego, que marca el cénit del verano. Los hombres disponen las mesas, tensan las cuerdas con banderines entre los balcones y abren los barriles para que el vino se airee. El aire huele a lavanda por todas partes y las ramitas moradas decoran puertas, balcones, el pozo y la fuente. En la granja de los Olivar, Almodia alimenta a las gallinas, vigilando a sus hermanas de cerca mientras hace su trabajo y el de su madre, que cuida de la pequeña Viola. Luego las ayuda a lavarse y peinarse, ordeñan, limpian y preparan la comida mientras su padre labra la tierra. A mediodía, lleva un plato a su madre. —¿Cómo está? —pregunta, observando a Viola...